Pero no quiero hablar de las elecciones citadas, sino del valor del voto.
Tampoco me refiero a cuánto cuesta organizar las elecciones en México que, ya sabemos, es uno de los países que más gasta en elecciones (el precio de la desconfianza, que le dicen).
En realidad es algo más profundo, de teoria, de utopía, así que dispensen Vds. si el presente escrito peca de idealista o ingenuo.
Como dijo el pollito: al grano.
Cuando deposito mi voto en la urna estamos:
- Eligiendo a personas de nuestra confianza para que trabajen en lo que a nosotros nos conviene. No lo que me conviene a MÍ, sino a Nosotros, a TODOS.
- Adquiriendo el derecho a recibir seguridad pública eficiente, que sabemos (o deberíamos saber), es el principal motivo de poner a alguien o alguienes a cargo.
- En el derecho de recibir servicios públicos de calidad (agua, drenaje, pavimentación, limpia, panteones, mercados, etc.).
- Esperando que nuestros hijos reciban educación de calidad, en escuelas dignas, con profesores preparados.
- Solicitando al gobierno que cumpla y haga cumplir la Ley. Que esta Ley sea pareja para todos y que haya buena procuración de justicia y los criminales sean castigados.
- Adquiriendo el derecho inalienable de exigir que nuestro gobierno cumpla con su obligación.
¿Podemos ponerle precio a todo esto?
Y aún así, no entiendo cómo hay quienes renuncian a ello por una despensa, un paraguas, unas láminas o por un billete de Frida y Diego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario